Con la llegada de CSI también llegó el boom de los procedimentales especializados. Dando una muy necesitada transfusión a un género clásico de “buscar al culpable de la semana”, no reinventó la rueda pero si la modernizó para una audiencia mucho más despierta.
NCIS: Una serie para disfrutar
Ya no hay deducción por pura lógica, ahora lo importante está en la huella de gato con rastros de sangre hallada en el parqué del piso del amigo de la víctima. CSI abrió el camino y NCIS supo explotarlo cogiendo el lado científico del procedimental de la nueva escuela y lo mezcla con la pura investigación deductiva de la vieja. En la serie de Donald Bellisario nos encontramos con un equipo de campo trabajando codo a codo con uno científico. Cada miembro del equipo de Gibbs (Mark Harmon) está especializado en un campo distinto, propiciando el trabajo en equipo y logrando hacer más dinámica la trama de cada episodio.
Una de las cosas que más me llaman la atención en esta serie es que haya química entre los personajes. En muchas series se ve una amistad laboral entre los personajes, gracias internas, mofas y momentos bastante agradables a ojos del espectador. En NCIS funciona, y bastante, las relaciones interpersonales del reparto.
Quitémonos las manías y los prejuicios, NCIS es una buena serie o por lo menos del montón bueno. No llega a las alturas de las obras más amadas por críticos y “seriéfilos” pero está francamente bien.
Y esta es una de las claves de éxito de NCIS. Pretensiones fuera, sin grandes cargas emocionales, la versión “comida rápida” de la televisión. Algo muy ligero y bien hecho, un guión decente, actores solventes, ciertos guiños de humor. Evidentemente la serie palidece ante Game of Thrones o Breaking Bad, pero no quiere, ni le interesa entrar en esa liga. Es una serie creada con el único propósito de entretener. Se esfuerza cada semana en traernos un caso interesante, lo mete de lleno en la vida de la Marina de los Estados Unidos de América y sale algo bastante decente.