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El actor cuya vida le ha llevado desde sus inicios australianos hasta la autodestrucción pública por sus incendiarias declaraciones y sus adicciones. Ahora, rehabilitado personal y socialmente, repasamos sus altibajos.
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Mel nació en un hogar católico bastante estricto y su elección de volverse actor no fue nada bien recibida por su padre. Su familia se mudó a Australia tras protestar contra la guerra de Vietnam y evitar que sus hermanos mayores fueran reclutados en el ejército.
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Fue en Australia donde Mel pudo adentrarse un poco más al mundo de la actuación hasta que el director George Miller lo contrató para su película post-apocalíptica Mad Max, la cual lo lanzó a la fama
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Gibson se instaló en Hollywood, con hambre de éxito y la esperanza de obtener el estatus de estrella internacional. Allí superó también con nota el siguiente test, tras dar vida a Martin Riggs —un agente de paisano y con tendencias suicidas— en la saga Arma Mortal, y demostrar que se desenvolvía con la misma facilidad en registros cómicos y trágicos.
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Gibson acabó fundando su propia productora, Icon Productions, con el objetivo de promover sus proyectos personales y producir de paso obras que pudieran tener dificultades para encontrar financiación. En esas estaba cuando debutó como director en El hombre sin rostro (1993), un conmovedor drama en torno a la necesidad de erradicar los prejuicios que estaba protagonizado por un profesor con el rostro desfigurado.
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Después, se coronó rey protagonizando y dirigiendo el drama épico Braveheart, un complejo filme que ganaría cinco premios Oscar -curiosamente, Gibson nunca ha estado nominado a la estatuilla dorada en la categoría de mejor actor-.
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Es indiscutible que, a mediados de los noventa, el actor y cineasta vivía un momento en la cima del mundo. Todo lo que hacía —tanto delante como detrás de la cámara— se traducía en éxito comercial, y el público parecía encandilado con su carisma. Mel Gibson era la representación del esposo ideal, del amigo que todos soñamos tener y de la imagen idealizada del hombre corriente. Sabía combinar humor, determinación, carisma y exceso de violencia como pocos actores anteriores.
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Si algo ha quedado claro ya es que Hollywood destruye los iconos a la misma velocidad que los fabrica. Así pues, la reputación de Gibson comenzó a deteriorarse en la meca del cine después de que cumpliera su sueño de rodar un filme sobre las últimas horas de la vida de Cristo.
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Después de filmar su ambicioso proyecto Apocalypto, Mel sufrió una terrible caída en su popularidad por varios comentarios hechos en estado de ebriedad y una fuerte pelea pública con su ex esposa. Esto lo puso en la "lista negra" de Hollywood aunque logró reformarse y retomar su carrera gracias a amistades como Robert Downey Jr. y Jodie Foster.
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Aunque su carrera ya no tiene el mismo éxito que antes, Mel continúa trabajando frente y detrás de la pantalla, incluso volvió a ser nominado a un Oscar como mejor director hace unos años y ahora se dedica a filmar la secuela de La Pasión de Cristo.